El viernes 22 de febrero de 2013 escuché y vi a Thes Siniestros por primera vez. Esa noche tocaba Esencia en Club Belle Epoque (Córdoba) y la banda invitada venía de La Plata. Pero lo cierto es que la procedencia geográfica del grupo en cuestión poco pudo adelantar sobre su propuesta estética. En un contexto en el que la ciudad de las diagonales parece haber formateado un sonido (o una forma de entender el formato canción) que, con pequeñas variantes, toca las puertas de bandas como Él mató a un policía motorizado, 107 Faunos o Valentín y los Volcanes, el flujo de la música de Thes Siniestros busca construir conscientemente un camino propio que no necesita retomar referencias comunes para lograr trascendencia. Después de cuatro discos, y con Dorado y Eterno (2012) como síntesis máxima del sonido grupal, la banda ha logrado dar forma a un cancionero múltiple y con diferentes aristas de intensidad gracias a una premisa simple pero contundente: no quedarse quietos. Lo cuenta un poco mejor Juan Irio, cantante y bajista siniestro. - Con cuatro discos editados y con una propuesta que parece encontrar cada vez más un nicho propio, ¿qué lugar ocupa hoy Thes Siniestros en la escena platense? ¿Cómo perciben ese movimiento musical permanente que destila la ciudad?
Mirá, hace siete años que estamos tocando juntos. Creo que eso nos fue transformando en una especie de familia, pero creo que fue casi al principio cuando supimos que entre nosotros ya había una idea propia, porque todo el tiempo coincidíamos en eso de no querer ocupar un lugar determinado o lo que fuera, sino hacer un lugar desde cero. Siempre lo hablábamos en los primeros años, y ahora creo que es el momento en el que se empieza a ver que nunca estuvimos atrás de ninguna escena o grupo en particular, sino que hicimos los que se nos vino en gana porque cada cosa que íbamos haciendo nacía de intentar nuevos desafíos y nuevas diversiones. Eso seguramente hizo que sea más fácil poder ir encontrando un sonido entre nosotros, sonido que seguramente también la llegada de Manu en teclados consolidó. Durante mucho tiempo en La Plata creían que éramos de Buenos Aires. Nos escribían a veces pidiendo que visitáramos La Plata, ¡como si no estuviéramos ahí todos los días! Esa idea del anonimato nos encantaba, y todavía nos seduce el no pertenecer a escenas prefabricadas. La Plata es una ciudad con una ebullición cultural constante, pero preferimos salirnos de cualquier bandera porque eso de algún modo te quita identidad. Y lo peor de ciertos buenos resultados de la música local es el peligro que se presenta a la identidad de algunas bandas emergentes que buscan repetir esas fórmulas resignando búsqueda y personalidad. - En 2011 y 2012 varios medios celebraron sus discos Los Últimos Días (2011) y Dorado y Eterno como “los mejores del año”. ¿Qué produce eso en ustedes? ¿Cómo funcionan las opiniones del exterior en la dinámica de la banda?
Nos ponen de buen humor. Desde lo interno de la banda es obvio que festejamos cada mención o buena crítica, aún los premios y las encuestas en las que nos eligen “mejor disco” o “mejor banda”. Pero como nunca antes de estos dos discos que nombrás nos habían siquiera escuchado en algunos medios, sabemos que lo importante es lo que sentimos nosotros cuando elegimos tocar y hacer nuestra música. Por eso el festejo es siempre algo relativo, porque no es lo que buscamos para sentirnos realizados o felices. ¿Sabés qué fue lo mejor de haber sido elogiados por nuestros últimos dos discos? Que muchos que antes no nos escuchaban descubrieron los dos primeros discos y se encontraron con una banda que no era exactamente lo que creían que era

- Los Últimos Días es una especie de quiebre respecto a los dos discos anteriores que se termina de consolidar en Dorado y Eterno. ¿Qué balance hacen de esa transición? ¿Lo plantearon como algo explícito o se dio como parte del desarrollo de la banda?
Es que nuestra banda son siete años de ensayar dos veces por semana, dos horas como mínimo. Imaginate si todo ese tiempo repitiéramos la fórmula del primer disco, del segundo disco, e incluso del tercer disco, ¿no sería aburrido? Para nosotros, tener una banda es un viaje, es buscar y sorprenderse. Es sentir esa emoción que aparece cuando Marto mete una nota que no esperábamos, o cuando Flav pone una batería que yo no habría imaginado en ese lugar. Se trata de eso. Escucho discografías de bandas hermosas que me terminan aburriendo por repetir la misma fórmula y sólo apoyarse en nuevas canciones y nuevas técnicas de producción. Claro, las canciones son hermosas y las técnicas de producción les mejoran el sonido, pero yo esperaba que me sorprendieran con algo y lo que me dan es lo que ya tenía. Esa idea dio lugar a que ni el primero ni el segundo disco de Thes Siniestros sonara igual al tercero ni al cuarto. El próximo -lo puedo decir porque ya estamos en 9 canciones que seguramente formen parte de ese disco- va por otro lado, completamente nuevo. No se parece a ninguno de los anteriores, y se dio naturalmente. Ahí está la clave, me parece. Que algo se mueva, sin forzarlo, pero que se mueva y cambie. - Dorado y Eterno remite a paisajes montañosos, bosques y mucha madera, además de tener algunas canciones conectadas directamente entre sí. ¿Qué se plantearon como objetivo a la hora de pensar el proceso creativo? ¿Cómo fue el proceso de gestación del álbum?
Queríamos un álbum menos ecléctico que el anterior, y queríamos partir de cierto espíritu folk para enfrentarlo. Nuestro primer desafío era evitar cualquier sobrecarga de instrumentación, algo que en el disco anterior había sido casi una premisa que se dio por decantación. Acá, le pedimos a Dobro (teclados) que simplemente acompañara las bases del trío con atmósferas donde la única condición fuera que armónicamente contribuyeran a lograr cierta inmensidad. Algo que habíamos notado en Big Sur, la novela de Jack Kerouac que sirvió de punto de partida. Los bajos dejaron de ser movedizos, las baterías alcanzaron una intimidad que antes no habían tenido, las guitarras se hicieron más claras y fluyeron hacia las melodías y el carácter de la voz, intimistas. Sabíamos de antemano esto y hacia esto fuimos. Nuestra intención fue eliminar lo que no aportara a la idea general, y sólo sumar lo estrictamente necesario. Fue una buena experiencia de trabajo conjunto, es un disco que en su mayor parte nos ha dejado conformes. - ¿Cómo llegaron a ese sonido limpio y cristalino?
Puliendo todo lo que no fuera ni limpio ni cristalino, sacando excepciones donde sí quisimos ensuciar el sonido para contribuir a la idea de la canción. Una de las cosas que trabajamos desde la producción fue partir de mezclas limpias, sin uso de efectos. Una vez mezclada la base, recién ahí partimos hacia efectos puntuales. Por eso hablábamos de folk, queríamos casi una toma espontánea. - En cierta manera, este último disco plantea una depuración del estilo del grupo. ¿Qué elementos prevalecieron a la hora de componer las canciones?
El concepto general del álbum. Creo que eso, nada más. Por ahí podría decirte que también tratar de diferenciarnos de Los Últimos Días, que era más rugoso. Pero ni siquiera creo que hayamos pensado mucho en el disco anterior cuando compusimos estas canciones. La mayoría surgieron en el verano de 2012, nos habíamos ido todos juntos al Tigre, a una cabaña, y por esa época estábamos en esa sintonía. - En muchas de las últimas canciones del grupo los instrumentos parecen rechazar sus funciones “naturales”. ¿Cómo piensan los arreglos y el rol de cada uno de ustedes en la música que hacen? ¿Cómo influyó en la banda la progresiva inclusión de teclados y sintetizadores?
Exacto. Eso es algo que nadie nos había dicho todavía y es concretamente así. Los primeros años funcionábamos como una banda claramente de rhythm and blues anfetamínica, y lo principal era encontrar un sonido de banda bien definido, pero partiendo desde una caracterización personal propia de bandas clásicas. Una vez que lo encontramos, trabajamos desde lo personal a lo conjunto, y cada uno se fue alejando de esa caracterización individual hasta entender que lo que estamos construyendo es un sonido final, único e indivisibvle. A la hora de tocar, pensamos en el sonido de la canción y del disco, juntos, siempre, y nunca de otra forma. La inclusión de teclados y sintetizadores se dio naturalmente, porque metimos orquestaciones y atmósferas en Campos de Satán (2010) y nos dimos cuenta que lográbamos ir más allá de lo que podíamos como trío. Sumamos a Dobro en teclados, primero como invitado y luego casi como un miembro más de la banda. Hasta que tuvo que viajar a California y decidimos que era hora de encontrar a un cuarto integrante fijo, que supiera entender nuestras obsesiones de la misma manera. Creemos que la incorporación de Manu aportó lo que estábamos necesitando, ojalá sea algo tan bueno como se auspicia. - Thes Siniestros es, como The Smiths, una banda que ha sabido retomar géneros y formas de canción muy disímiles entre sí. ¿Cómo se posicionan frente a la historia anterior de la música pop? ¿Qué artistas tienen como referencia?
The Smiths fue, sin dudas, una de nuestras referencias más fuertes para los primeros discos de la banda. Lo sigue siendo, pero ahora no veo que se note. Escuchamos música todo el tiempo, vivimos con música y sin música no podríamos estar. Hay un juego entre nosotros que consiste en descubrir alguna banda que nos destruya el cerebro, y eso aumente la exploración y la belleza que es encontrarse con bandas que parecen hechas a medida para uno. Y coincidimos bastante, por suerte, tanto como también no coincidimos a veces y eso es sumamente productivo. No sé qué artistas podrían ser referencias, porque no lo pensamos nunca de esa forma. Si nos preguntás qué discos estuvimos escuchando y elogiando en esta última semana, te digo que nos quemamos la cabeza con We Are the 21st Century Ambassadors of Peace & Magic de Foxigen, Fade de Yo La Tengo, Wondrous Bughouse de Youth Lagoon, y II de la Unknown Mortal Orquestra. Por lo general, somos más clásicos que orientados hacia discos nuevos. Estas semanas estuvimos hablando de Tomorrow, el disco de Tomorrow de 1968, mucho de Marvin Gaye que es Dios, obviamente Pet Sounds -lo único de lo que hablamos por lo menos una vez por semana- y algunas cosas perdidas de Curt Boettcher, amo y señor del sunshine pop y verdadera influencia en nosotros.
- ¿Qué lugar ocupa Von Halton Discos en toda esta historia? ¿Cómo viven la actual movida de sellos independientes en todo el país?
Von Halton es el nombre que elegimos para poner nuestros discos catalogados. Nos daba cierta pena pensar que un disco nuestro iba a estar en una repisa sin el sello de una disquera, que siempre es bellísimo para las antologías o las referencias de los freaks que aman esos detalles. La independencia nos dejaba solos, y no nos sentíamos tan a gusto en Scatter Records -nuestro sello en el segundo y tercer disco- porque, como ejemplo, sólo accedimos a un par de copias de Campos de Satán y el disco casi no salió de fábrica. La existencia de Von Halton nació así, casi como una necesidad de ponerle un apellido a nuestra familia. Creo que un poco así es como nacen los sellos independientes, que luego suman a otras bandas y eso los transforma en sellos per se. Está bueno que proliferen, porque eso quiere decir que son muchos los que andan buscando construir una historia como las que mamamos desde chicos cuando leíamos los créditos de los discos que nos gustaban. Está buenísimo. - En los últimos tres años editaron tres discos que, a pesar de sus evidentes puntos de contacto, difieren mucho entre sí y plantean diferentes formas de concebir el formato canción. ¿Qué tipo de búsqueda estética les interesa para un futuro cercano?
El futuro cercano es darle forma a este nuevo disco que pensamos editar a comienzos de 2014. La única certeza es que lo que estamos por grabar es un viaje, y queremos tomarnos un tiempito para que nos cierre por todos lados.
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