
La banda tiene una gran variedad de estilos, ¿de dónde y cómo nace el sonido del conjunto? JUAN: Somos una banda que desde que nos juntamos por primera vez hablamos de encontrar un sonido que nos representase, que no fuera la simple repetición de una influencia sino el resultado de la búsqueda y la exploración a partir de una influencia o, mejor dicho, de muchas. Nos juntábamos mucho a escuchar música y pasábamos largas noches tocando cosas muy distintas, desde canciones a lo Phil Spector hasta temas más quema cabeza como algunos de The Monks. Intentábamos encontrar algo que nos gustara pero que a la vez fuera propio. Al principio habíamos adoptado mucho los sonidos del rock and roll más primitivo, mucho rhythm and blues y algunas cosas de surf y easy listening. A todo eso le habíamos dado un toque personal, con matices chicanos y cierta imaginería religiosa pagana. Eran los primeros días de la banda y en ese momento queríamos andar por ese camino. Pero siempre supimos que no íbamos a quedarnos ahí, por eso hoy se puede ver cierta evolución que nosotros preferimos llamar devenir, nos representa más.
¿Por qué eligieron al principio también un sonido mexicano para sumarle al grupo y cómo se dio esa influencia que no es usual en el rock nacional? JUAN: Al principio nos había gustado eso de ser de ningún lugar, andar sin ninguna dirección. Por eso, si bien éramos de La Plata nuestra forma de vestirnos, nuestras letras en chicano, nuestra sonido, nos ubicaba en un mapa distinto. En La Plata creían que éramos de Buenos Aires, en Buenos Aires llegaron a creer que éramos de México, y así la banda tenía esa cosa de anonimato que para ese momento estaba bien. Luego vino otro disco, y obviamente todo el concepto (tanto musical como en las letras o en la estética) tuvo que moverse a otro lado.
¿En qué género se sienten más cómodos? JUAN: Es difícil responder porque estamos siempre buscando un sonido nuevo, pero por suerte cada cosa que hacemos la hacemos porque nos gusta, porque nos llena. Si fuese por comodidad, no seguiríamos con Thes Siniestros. Parte de la idea es no quedarse en la comodidad, algo que aborrecemos en algunas bandas que al encontrar su sonido repiten el esquema eternamente, sacan tres discos iguales y terminan siendo sin sorpresas de ellas mismas. Nuestra idea, nuestro ideal, sería poder explorar distintos caminos y siempre mantener ese sonido Thes Siniestros. O mejor dicho, aunque sea otra la canción que sea siempre el mismo cantor.
En su página web pusieron que eran un “trío de lisergia bailable”, ¿a qué se referían? JUAN: Los dos primeros discos trataban de andar esos caminos. Queríamos recuperar la idea de ritmo, de fiebre hacia el baile, algo que tenía el rock and roll más primitivo y que acá estaba siendo olvidado. El rock and roll que se repetía en Argentina había perdido la energía, la anfetamina. Y queríamos que la gente moviera sus pies pero que no fuera necesario que bailaran, de ahí lo lisérgico, el costado psicodélico, muy primitivo también, ligado al garage. Creemos que conseguimos algo de eso en los dos primeros discos. Luego necesitamos cambiar de rumbo, y llegó “Los Últimos Días”, el disco que más nos representa.

También en su web han puesto que el grupo “recupera la efervescencia del rock primitivo”, lo que me lleva al tema central de la nota que es “La muerte del rock” y analizar si es tan así esta frase, ¿crees que el rock está muerto? ¿por dónde crees que pasa la originalidad o la innovación para una banda hoy en día? JUAN: Creo que las manifestaciones artísticas no mueren, a lo sumo atraviesan por tiempos más opacos, menos efervescentes. Lo que ha existido en el arte volverá a aparecer en alguna otra forma de arte en el futuro, porque lo artístico se nutre de sí mismo. No me parece que podamos hablar de la muerte del rock, sino tal vez de la muerte de aquella inocencia primitiva, de aquella sorpresa que nacía de lo inexplorado. Hoy es mucho más difícil ser original de lo que lo era hace veinte años, porque el rock en sus muchas ramas ya ha explorado la sorpresa a más no poder, y es inevitable que algo nuevo nos suene a viejo, siempre habrá quien encuentre la referencia pasada. Tal vez el desafío hoy sea sonar atemporal, no pertenecer a ningún movimiento prefabricado y que los discos que uno hace puedan mantenerse en pie con el paso del tiempo. Me parece que lo que condena al rock a morir es ir detrás de las tendencias, la invención de un mito antes de que el mito asome. Sobre todo porque lo que sigue conmoviendo es la canción, y a veces es justamente lo que se olvidan.
¿Cuáles crees que son las dificultades con las que se encuentra una banda para que haya gente que justifique que el rock está muerto o al menos que no existan conjuntos originales? JUAN: Todo el tiempo me encuentro con bandas que me sorprenden, y no por hacer algo que no había escuchado antes sino por darle una vuelta de tuerca a ese sonido, darle su toque personal, su estilo, y sobre todo por hacerlo independiente de todo anclaje temporal. Los que hoy insisten con eso de que el rock está muerto parece que esperaran la aparición de un nuevo Led Zeppelin, algo que es ridículo e innecesario. Me recuerdan a los que anunciaban el inminente fracaso del rock de guitarras a mediados de los cincuenta.
“Campos de Satán” es una ópera rock, cosa que hoy no abunda, ¿cómo fue el armado de ese disco? ¿Cómo nace la idea de hacer una ópera rock? ¿Con qué dificultades se encontraron para llevar adelante esa ópera? JUAN: Nuestra idea era recuperar la idea de disco como concepto, uno de nuestros fetiches. No nos atrapa mucho la existencia de una canción en solitario, nos gusta más pensarla dentro de un disco que la contiene. Con la exaltación del hit y la descarga de canciones sueltas se empezó a descuidar el disco como unidad infragmentable. Nosotros quisimos rendir nuestro homenaje a las óperas rock más sencillas, las de mediados de los sesentas, en las que las bandas intentaban contar una historia a través de sus canciones. Fue algo muy divertido de hacer.

Los 2 últimos discos tienen un arte de tapa muy interesante (el de “Los últimos días” me hace pensar inmediatamente en Pink Floyd), ¿de dónde nacieron estas ideas y quién es el encargado de cada una de ellas? JUAN: La tapa de “Campos de Satán” fue encargada a Lucas Varela, un groso de la historieta argentina. Nos encantaba su trabajo y nos pareció ideal para ilustrar el disco. Fue lo único que delegamos en cuanto a arte, y fue un placer trabajar con él. Para “Los últimos días”, al tratarse de un disco más personal, hicimos lo que estamos acostumbrados a hacer, que es ser nosotros mismos los encargados de la estética. Nos encanta hacer nuestros propios flyers, videos, y lógicamente hacer la tapa del disco fue algo que nos encantó hacer. La idea era encontrar un collage atemporal, que remitiera al clima de desolación que predomina en el disco.
¿Qué diferencias (si es que existen) hay entre el primero y este último disco dentro de la banda? JUAN: La diferencia está en el devenir de la banda. Hay tres años de diferencia entre los discos, y en una banda que tiene la mutación como su principal motor, tres años es tiempo suficiente como para que se noten esas diferencias. El último disco es el que mejor nos representa, no sólo porque es el presente de la banda sino porque es donde creemos que mejor encontramos la forma de contar quiénes somos en Thes Siniestros.
¿Cuánto peso histórico o responsabilidad hay en el hecho de ser una banda oriunda de La Plata? JUAN: En realidad, nunca sentimos que pertenecíamos a lo que se conoce como “sonido platense”. En un momento en el que la tendencia en La Plata era el Indie rock, en la que las bandas nuevas iban detrás de ese sonido, nosotros estábamos coqueteando con el rhythm and blues. La Plata es nuestra ciudad, donde más felices nos sentimos tocando, donde están nuestros amigos y donde hay muchas bandas que nos encantan. El único peso histórico o responsabilidad que eso nos genera es no intentar imitar a otras bandas platenses y poder hacer lo nuestro, que es tocar, la mayor parte del tiempo posible.
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